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El ¿nuevo? sentido de la moral: la disolución de la empatía marica.

octubre 14, 2019TwoPrincess


- Romina de las Mercedes Álvarez-Calderón y Osma de Berckemeyer - 

Hace días vengo pensando en el trabajo sexual que ejercemos las maricas. Empecé a recordar cómo han sido esas situaciones en mi vida y que dinámicas de poder han sido usadas en esos contextos.
Aquí hay una cuestión de clase que debo resaltar. Para las maricas jóvenes periféricas y pobres el trabajo sexual empieza de manera sutil, con recargas de celular, propinas para el pasaje y/o peches en discotecas. Todo el trance sabiendo que hay algo sexual que se debe retribuir posteriormente.
Acá los sujetos que pechan/pagan por las chibolas cabras saben cuáles son sus necesidades y aprenden las formas de sacar provecho de esto para su beneficio.
Pienso que sí es importante hablar de políticas de la sexualidad y en especial de las sexualidades disidentes, pero ¿quienes son las que hablan de eso? ¿Lo aprendieron en la calle o en los libros? No es una competencia pero sí es saber de qué temas - algunas cabra - jamás podrán hablar con totalidad, solo podrán dar suposiciones y teorizar.
Para nosotras como maricas es necesario que empecemos a hablar de esto, a hablarlo en primera persona y plantarnos frente a algunas que cree que saben todo desde su libro o like de facebook.

Si no has ejercido trabajo sexual entonces callaita y escucha.
Si no eres cachera entonces callaita y escucha.
Si no te han robado por cabra y borracha entonces callaita y escucha.

Ojalá que pronto tengamos discursos realmente disidentes porque últimamente se acomodan a lo que la mayoría quieres escuchar.

Andrea

Caminaba por el museo de la paz en Hiroshima, y más allá de las fotografías y la bitácora sobre la evolución histórica y documentación del arrojo de la bomba atómica en dicha ciudad japonesa, me llamó la atención la galería que recolecta las pinturas elaboradas por los sobrevivientes de dicho evento siniestro. Son pinturas curadas por determinados temas, y uno particularmente me llamó la atención. Decía “Regret and Remorse. Many of the survivors felt guilty for surviving. They blamed themselves regretting that they could not save those suffered in front of their eyes or they didn’t give them any water. Through drawing their painful memories they secretly kept in mind, the artists also tried to make amends as well as to pray for the souls of the victims[1]. 

Realmente esta nota me caló, pues cómo sentirse culpable de haber sobrevivido o de no haber ayudado a las personas que morían frente a ellos, estando posiblemente bajo la misma suerte. Y efectivamente,  las imágenes son chocantes a pesar que no son fotografías, son pinturas acompañadas de una descripción del hecho que representa lo que los sobrevivientes atestiguaron.

Ahora, uso esta introducción para tomar un punto que me merece oportuno ahora en estos tiempos de activismo virtuales, existencias performativas y nuevos afectos que se construyen, se destruyen y se reciclan, en una sociedad donde todo es más fluido, casi acuoso, menos estructurado, y también más efímero, más instantáneo, y en donde se instala la culpa como sustantivo, como concepto que se asienta sobre un sujeto; y el culpar como verbo, como sentido de acción hacia un otro.
Hice este ejercicio tomando como base los últimos acontecimientos que han estado cerca de alguien, que –como dicen muchos comentarios en redes- “ha sido sujeto de frecuentes robos”. Con esto último, creo que dejo un poco claro de quién estoy tratando, pero debo recordar que para el mundo de las maricas, puede ser una, dos, tres, diez, veinte, cincuenta amigas mariconas a las cuales ese hecho puede hacer referencia e interpelar. Por tanto, quiero partir que en esta nota no me referiré a las particularidades de uno u otro caso, sino a un hecho que más bien podría considerar como latente en estos tiempos, una especie de corriente moralizadora que busca imponer una renovada homonormatividad hegemónica, con aspiraciones pretensiosas de ser “políticamente correcta”, y que responde a una nueva idealización del activismo.
Por ello, más que concentrarme en lo que dijo o no dijo tal o cual persona, me centraré en puntos sintéticos que provienen de los contenidos de algunos comentarios que me hicieron eco. Quiero dejar en claro también que aquí no comentaré ni deslizaré ningún juicio moral en referencia a los involucrados, sino más bien a lo que hace eco, a lo que considero hace resonancia a corrientes de pensamiento que están inundando la comunidad sexo-genérica diversa. Queda de los involucrados resolver este asunto, pero igual en ello hay un tema del que también abordara todas sus pertenencias?
chequear quajo efectos de la hierba o la coco encontr  en ello hay un tema del que tambincuenta amigasé y del cual se ha hecho referencia en varias ocasiones, la familia. Por último, mencionar que esta nota es casi una reflexión personal, casi una forma de sacar de mí esa sensación de desesperanza con la cual me quedé luego de leer algunos comentarios frente a los hechos ventilados.

Me pregunto, ¿qué marica no se ha emborrachado y no ha tenido sexo con el taxista, uno de los vecinos de la cuadra que se encontró llegando a casa en la madrugada, o con alguien que se levantó de la discoteca? ¿Al menos, quién no lo intentó? ¿Qué marica no ha tenido sexo borracha, bajo efectos de la hierba o la cocaína o de otras drogas? ¿Qué marica no se levantó en la mañana tratando de recordar qué sucedió la noche anterior o cómo llegó a casa y automáticamente chequeó si tenía todas sus pertenencias? ¿Qué marica no se despertó con esa sensación horrible de ver que te faltan cosas, que te falta dinero, con esa ansiedad de ir haciendo un inventario express para ir midiendo los daños y efectos colaterales de la pérdida?
Lógicamente no todas han transitado por ello, sólo las elegidas (por así decirlo y siendo irónica); peor aun cuando algunas no sobrevivieron de dichas experiencias y mas bien fueron también asesinadas. ¿Haber sobrevivido a ello es un privilegio? ¿O debe ser una culpa? ¿Cuándo es una culpa que se impone a la víctima de una situación que no se le debe desear a ninguna colega marica?
En este punto recuerdo hace años cuando una activista se atrevió a escribir que su motivo de orgullo era ser una sobreviviente del sida. Ok, todo bien hasta ahí, puede ser válida dicha apreciación, pero cuando reveló los motivos de ese orgullo, me dejó con una sensación de horror, pues sus motivos se centraban en no haber sido “promiscua”, de no haberse metido con cualquiera y que tuvo mucho cuidado. Eso, me dejó con la boca abierta, al final su orgullo se basada en la estigmatización y desprecio por las que viven su sexualidad de manera diferente, libre, a las que muchos activistas de ahora podrían aplaudir y considerar que viven desprejuiciadas y sobre las que no tendrían ningún cuestionamiento, total, se ven lindas siendo tan queer.

Regresando al punto, que una haya sido víctima de múltiples robos en la calle o por haber llevado a casa a una persona desconocida, ¿en qué te convierte en estos tiempos? Sobretodo ahora que todo se ventila y se enjuicia a través de las redes sociales. Para empezar, y en ello soy bastante tajante, creo que sólo las propias maricas que han transitado por una circunstancia así tendrían la capacidad moral como para dar un comentario, un juicio o, en términos actuales, un “like” en el Facebook. Las otras, a lo mucho deberían tener un poco de “empatía”, pero ello ya casi no existe. Y digo esto, porque considero que frente a una situación de pérdida y de vulneración de la intimidad, la seguridad, y la violación de la confianza (por transitoria que sea) es algo que toca fibra internas muy sensibles. Ello te hace sentir indefenso, lesionado, te hace perder la noción de tiempo y espacio,  y te deja una sensación de indefensión terrible, te deja inevitablemente vulnerable.
Quienes no han vivido ello, creo deberían reservarse el derecho de opinar, más aún quienes desde su espacios de constantes o alternados privilegios no han tenido o han sentido la experiencia de una situación similar, y que más bien desde sus iluminaciones académicas intentan alimentarse de esos márgenes, esas historias maricas marcadas por hechos que catalogan nuestras vivencias como exóticas, anecdóticas, pero por sus características de excluido, inseguro, pobre.
Alguien se preguntó en algún momento ¿por qué le sucedió dos, tres veces lo mismo? ¿Qué ocurre con la amiga? Por lo visto, nadie se pregunta esto, nadie, pues en diversas circunstancias algunas maricas – ya veces las más cercanas- lo que enfatizan es más bien el merecimiento: por borrachas, por cacheras, por drogadictas. Y es aquí donde se manifiesta el límite entre lo que se promueve como libertad o autonomía marica, y la moralina impuesta a lo que se espera sea una nueva marica, además activista, ecuánime, principista. Se dice “bueno, es por mucha diversión”, “bueno por borracha y cachera”. Y es en ese momento donde no haciendo uso de la empatía maricona, más bien hacen la transferencia de la culpa sobre el sujeto víctima. Se le clava esa sensación que lo que le ocurrió se lo tiene merecido por todo eso mencionado más arriba. La culpa es transferida a la sobreviviente desde la moral externa de los otros, y normalmente sus pares.
Tampoco quiero deslizar la idea que toda marica debe pasar por una situación similar, pero existe la empatía por la amiga que sufre, la solidaridad marica por el hecho que nos podríamos reconocer desde nuestras existencias que no son perfectas, que no son ni pretenden ser inmaculadas, menos aún correctas. ¿Qué marica podría decir que debemos llevar una vida ejemplar para ser reconocidas por nuestros pares o por la sociedad? Pretender eso, sería no reconocer nuestra propia biografía transgresora, acaso no aprendemos desde chiquitas que cachar por culo está mal y que chupar pinga es incorrecto. Que nos hayan encontrado con el pantalón abajo con el primo o el amiguito era sinónimo acaso de una sacada de mierda. Acaso por todas esas culpas, por todas esas prohibiciones algunas no salimos con tendencias alcohólicas, otras pegadas a la droga, otras adictas al sexo, otras con tendencias depresivas, ansiedad, etc., etc. ¡Qué marica ha tenido una maravillosa y feliz que la exime de toda incorrección carajo!

Por eso es que las maricas se juntan, conforman familias, para protegerse, para tolerar, soportar, enfrentar todo ello. Pero las familias ahora se destruyen, se vulneran, se denuncian, y al final se convierten como nuestras primeras familias, transfiriéndonos más culpa, en vez de ser espacios para sanar, entre todas. Yo tuve suerte, puedo decirlo, han sido cuatro personas que han transitado por mi vida familiar con las que curado varios aspectos y con las que también he lidiado pérdidas, que aquí no merece detalle, pero que nunca se expusieron, no se denunciaron en ese nuevo espacio del libre juicio de las redes sociales. Sino que se resolvieron con mucha comprensión, con mucha solidaridad y desde el entendimiento y la comprensión, el perdón porque por algo éramos familia. Nos preguntábamos, ¿maricón estas bien, has tomado viernes, sábado, domingo, algo te pasa? Así con esas palabras el menos era un primer eco, que si se intensificaba pasaba a una segunda fase más íntima. Bueno cada familia es particular.

Finalmente, desearía que haya más empatía marica, que no sólo ésta se dé porque a una ya le robaron, ya la asaltaron, o ya la bichearon o tinkearon. Sin empatía tendemos más compañeras que seguirán cargando con esa culpa, sin lograr entender qué sucede con ella(s), sabiendo que sí, cometieron un error, pero que tras ese error estamos imposibilitadas de leer lo que ello implica, lo que contiene, lo que dice, y a lo que estamos llamadas a ser solidarias.



[1] “Lamento y remordimiento. Muchos de los sobrevivientes se sintieron culpables por sobrevivir. Se culparon a sí mismos lamentando que no pudieron salvar aquellos que sufrían frente a sus ojos o no les dieron nada de agua. Al dibujar sus recuerdos dolorosos que en secreto tenían en mente, los artistas también trataron de hacer las paces y rezar por las almas de las víctimas”.


Fuente: https://sentiido.com

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1 comentarios

  1. Para conseguir la empatía marica y feminista es necesaria la deconstrucción de la masculinidad. La masculinidad hegemónica enseña a ciertos cuerpos que pueden hacer y deshacer, y desde esta mirada, tratar como personas a unos y desechar a otras, otras en femenino, cuerpas a las que se les asignó el trabajo de cuidado y emocional, incluso ante hechos que no fueron su decisión, como el padre que se va solamente, o el novio, o el marido, tantos ejemplos que podríamos encontrar en la sociedad. Me parece interesante el texto, carece de algunos puntos para hablar de empatía, como también las posibilidades materiales de unos frente a otros, e incluso detalles acerca de las interacciones, donde el perdón existió, así como los ánimos de seguir hablando, pero no hubo empatía con lxs otrxs, lxs "supuestos" afectadxs aunque no tenga nada de supuesto, quiénes también la estaban pasando mal. Saludos.

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