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Fuente: Yos (erchxs) Piña Narváez (2018). "No soy queer, soy negrx,
mis orishas no leyeron a J. Butler". Ver: https://bit.ly/2KJxe3W |
Autora: Romina de las Mercedes Álvarez-Calderón y Osma de
Berckemeyer
Desde hace un tiempo atrás he visto que han discurrido muchos
términos en lo que concierne al mes del orgullo en Lima: lo queer, la
interseccionalidad, la precariedad, la travesti, el orgullo, los privilegios,
la vulnerabilidad, la academia, la marginalidad, la no binariedad, entre otros.
En ese marco, ¿Por qué yo también quiero ese margen, y por qué
todas/os merecemos ese margen? Y claro, me refiero a ESE margen en particular.
Pero, ¿de qué margen hablamos? Para ello necesito explicar un poco a qué me
refiero, a partir de dos casos, que se relacionan de una u otra forma a mi
experiencia personal.
En primer lugar, veo con mayor vitalidad diversos discursos y
performatividades identitarias (y también las que son sólo expresiones
dramatúrgicas o performativas), ello producto de la fragmentación de las
identidades más totalizadoras que se vinieron abajo con la ola postmoderna. Los
sujetos ahora tienen el privilegio de auto-definirse, auto-nombrarse con mayor
flexibilidad que antes, con mayor notoriedad vemos que es posible romper con el
primer etiquetado que nos da la sociedad. Y en ese contexto, desde algunos años
atrás veo que con mayor fuerza la validez de la teoría de Goffman, pero con la
diferencia que los diferentes ‘roles o papeles’ ya no son sólo para
entrar/transitar en diversos espacios sociales, sino más bien ahora los
diferente roles pareciera que sirven para la auto-multi-definición. Ahora veo
que muchos se auto-proclaman ser mucho, ahora son negras, son indias, son
queer, son pobres, son no binarios, etc., a la vez Ahora asumimos que el yo
puede ser todo(s).
Creo –y eso es una estricta conjetura- que dicho proceso ha ido de
la mano con la ebullición y la embriaguez por la efervescencia académica de
categorías como la interseccionalidad. Ahora, deseo dejar en claro, que
personalmente considero que dicho concepto ayuda para entender las múltiples
estructuras de opresión sobre los sujetos, y que principalmente se debe reconocer
que no hay identidades únicas y que es posible la multiplicidad de realidades
que atraviesan y definen al sujeto, y que no analizarlas todas pone en riesgo
en que una identidad sea entendida como el estándar de bienestar, avance o
desarrollo; por ejemplo lo que ocurría con las mujeres blancas de clase media
dentro del feminismo. Sin embargo, mi crítica va en el sentido de descubrir en
qué medida se cumple con otra premisa de la interseccionalidad, es decir, se
cumple muy bien con la primera y la más demostrativa, que es la
auto-proclamación de la multiplicidad de identidades; pero que ocurre con la
premisa que dice: “la incomodidad de reconocer que tú, en algunas jerarquías,
perteneces a la clase dominante es esencial para la redistribución del poder estructural”
(Heuchan: 2019)[1].
Remarco esto último, pues considero que en algunas oportunidades,
en el uso del recurso de la interseccionalidad se produce inevitablemente una
injusta apropiación identitaria, ocurre el robo de las voces de los personajes
a los que se supone ‘representar’ o suplantar deliberadamente o no. Y en ese
contexto, la interseccionalidad se convierte sólo una retórica utilitarista, y
más aún cuando los sujetos ‘voceros’ no llegan a reconocer los privilegios de
los que gozan por las posiciones jerárquicas en las que se encuentran, claro
dentro del espectro de su mencionada multiplicidad de identidades y no
considerando que su propia visibilidad es ya un privilegio, cuando otros(as)
por su visibilidad son condenados.
He escuchado discursos que resaltan el no binarismo, lo queer, lo
cabra, lo racializado, lo precarizado, todo ello a veces en un solo sujeto. Genial,
puede reflejar la realidad de un sujeto, pero ¿Qué ocurre cuando se produce una
apropiación identitaria? Es decir, un hombre gay auto-definiéndose, y además
tomando la voz de las travestis verdaderamente marginalizadas, so pretexto de
‘representarlas’, de traer sus voces en principalmente espacios académicos y
políticos. ¿Qué ocurre en dicho proceso?
Ya en otras dos notas anteriores intenté reflexionar sobre lo
dañino de la categoría queer frente a lo marica, por la nociva higienización y
apolitización de las realidades de los sujetos diversos de este lado del sur
global. Un concepto vacío para este contexto (ya que no recoge la carga
valorativa negativa que la sociedad le ha etiquetado), como lo queer y lo no
binario provoca un descentramiento, pero que atañe solo al enunciado, pues no
descentra o critica al enunciante de dicha carga, y una crítica sin este último
no permite la construcción de nuevas formas de diálogo, por tanto sólo quedará
en el nivel de lo performativo, sin una real transformación estructural de las
relaciones y capas de dominación.
En ese sentido, este discurso que prolifera bajo nuevas categorías
identitarias, se convierte en una retórica de poder frente a las otras maricas
de a pie. Ello genera una realidad dual, entre “el decir vivir como sujeto
racializado, precarizado, marginado” y “el vivir materialmente como sujeto
racializado, precarizado y marginado”. Entre ambas realidades existe una
distancia enorme que no es cubierta por más construcción teórica y política que
se haga. El vivir como las verdaderas maricas, lecas y travestis que la luchan
en la calle, y enfrentan la discriminación racial, de género/sexual y de clase en
carne propia, y desde los textos, es otra realidad.
Además veo que la retórica de lo queer y lo no binario se ha
convertido en un recurso de poder para auto-definirse pero al mismo tiempo
generar distancia y diferenciación de los otros sujetos: las maricas, las
cabras, las escandalosas, pues estas últimas además no cuentan con la capacidad
de ‘entender’ o ‘procesar’ a las primeras, que se alzan en sus torres de marfil
identitarias. Ello, genera una nueva relación de poder, que supuestamente
debería ser visibilizada y analizada por la interseccionalidad, pero que pasa
desapercibida – ¿Voluntariamente?- por la academia local, pues claro son sus
voceros quienes se enuncian, y enuncia lo que es la nueva realidad y de las
otras: sus identidades, sus necesidades, sus inequidades. Considero que en este
ejercicio, lamentablemente se reproduce algo que busca ser atacado y que más
bien es reproducido y sostenido: que las maricas y travestis históricamente
marginadas se vean marginadas dentro del movimiento de la diversidad[2].
Decirse precarizado, racializado desde el espacio privilegiado de
la academia no basta para ocupar un territorio que es habitado por un sujeto
que vive con dichas opresiones en su cotidiano, y que es suplantado por el
discurso de aquél. ¿Por qué recurrir a
un discurso de auto-precarización? Declararse como una marica precarizada,
habiéndose tenido acceso a educación (privada o pública) es una señal que algo
no funcionó en el marco del entendimiento de la interseccionalidad.
En segundo lugar, igual en el marco de ese intenso mes de la
diversidad y del orgullo LTGB en junio 2019, de casualidad una amiga marica me mandó un video
de un grupo denominado ‘Impulse Lima’. El video debería pasar desapercibido,
pero llamó la atención de muchos colegas, debido a lo que muestra. Un grupo de
gays blancos, hipermasculinizados, y que responden a un marcado canon estético
e identitario, pues no participan gays mestizos, negros, no hay lesbianas, ni
mucho menos hay travestis, en el video que promociona la igualdad, la inclusión,
la felicidad, ¿de quiénes realmente? Gran ironía pues el video más bien no
muestra nada de ello, salvo que la promoción sea para alentar esos valores
dentro de cierto grupo social.
Luego, indagando sobre el nombre ‘Impulse Lima’, me avisan –y
luego compruebo por los videos- que dicho grupo es promocionado por la iniciativa
de AHF y que detrás de ella está toda una campaña de prevención de VIH, y que
Lima sería solo un punto, pues la campaña es a nivel internacional. Pude ver
unos videos de las fiestas en el marco de la prevención que se ejecutan en el
sur de Florida, por ejemplo, bajo un formato de pool party (2015)[3], en Tailandia (2016)[4] que reproduce cierta
imagen homonormativa. Interesante, pues al ver también unas fotos locales de
las fiestas de Impulse Lima, recordé lo que hace años para la estrategia
sanitaria del MINSA era –y creo sigue siendo- un reto, alcanzar a las maricas
de clase media para arriba. Esas que nunca llegarían a un establecimiento de
salud del sector público.
Aplaudo lo concerniente a la prevención, pero es curioso notar que
debido a la agresividad de la estrategia, los resultados juegan en contra de la
comunidad. Pues, dichas campañas se encuentran racializando y haciendo clasista
la lucha contra el VIH, incluida las estrategias de prevención. Las grandes
instituciones que alientan ello, aparte de conseguir sus cohortes de
investigación, están construyendo y/o reforzando los estereotipos de clase y
raza dentro de toda la comunidad, pero lo segundo es lo que menos les importa.
Además, el actor debilitado es el Estado, pues lo imposibilita de diseñar
mejores estrategias y le resta el esfuerzo de desarrollar mejores servicios
para todos los usuarios, no necesariamente sólo para las precarizadas, que
tienen la tolerancia ‘inherente’ para soportar la atención en un servicio
público. Crear servicios especializados para las maricas blancas realmente
refuerza una lógica de ghetto del privilegio y del mercado, pues les
corresponde esta calidad de servicio si cumples con los requisitos de hipermasculino,
blanco, y clase, y todo para que quizás al final de sus días reflexionen de la
manera como lo leí de un gay que se auto-reconoce de derecha y liberal, “soy
una sobreviviente del sida”, cuando claro las que mueren son las mismas cholas,
negras, pobres, urbano marginales, pero por supuesto, estas vidas no importan,
nunca importaron en realidad.
Finalmente, considero que en este universo de amores y luchas, la
interseccionalidad aún merece ser trabajada al interior de los grupos
comunitarios primeramente, y luego en la academia, no en el sentido contrario.
Pues esta última no se hace interseccional sólo por colocar un slogan que dice
“deshaciendo el patriarcado colonial en la academia desde los márgenes”, y
¿Dónde están los márgenes? ¿Sus voces? O, ¿también esos estudiantes de
universidad privada traen las voces de los márgenes, sentados regios en un
lugar seguro, confortable, gozando de todos sus privilegios? O quizás algunos
van a esperar salir del clóset cuando hayan alcanzado ciertos privilegios, que
los exonera de toda las olas de marginación que viven las que decidieron – por
fuerza o voluntad- manifestarse mucho antes, y a las que la visibilidad tiene
más una condición fatalista y condenatoria. Porque esta es la estrategia que
algunas académicas y políticos han adoptado hoy en día, siempre en el closet,
pero ahora conscientes de sus privilegios - político, económico, mediático- se
lanzan como ‘voceros’ de la causa marica. ¿Y las que se arriesgaron antes sin
importar el alcanzar algún privilegio o jerarquía, por mínima que sea?
No reconocer estos privilegios o el que sea, imposibilita la
construcción y el desarrollo de un enfoque interseccional, si así se desea
llamar, o al menos empatía, pues de lo contrario se estaría siendo tan
nocivamente positivista. Mi amiga la Mere habla del enfoque de la ternura, y me
gusta, incluso habla de la “necesidad de pensar y fomentar una política de la
vivencia que permita a otras reflejarse en nosotras”, pero sin reemplazar a
esas otras, dejando en claro.
Hay aún mucho que trabajar, principalmente reconocer en uno mismo
y en los otros el lugar de enunciación y sus privilegios, criticar las
desigualdades, equiparar las oportunidades y esencialmente no restar las voces
de las otras. De no ocurrir ello –y soy fatalista lamentablemente-, entonces todas
merecemos ese margen, ese ‘supuesto’ margen desde el que se enuncian las
académicas y las políticas, ese margen lleno privilegios que convive lado a
lado con los otros donde no hay nada, donde la vida aún no vale nada.
[1] Claire Heuchan (2019). Interseccionalidad: definición, historia y
guía. En: Afroféminas. Ver: https://bit.ly/2NgQWsH
[2] La nota original
menciona: “La praxis interseccional evita que las mujeres marginadas se vean
marginadas dentro del movimiento feminista” (Heuchan: 2019).
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