Mayo, 2020.
Querida Fantasy, ¿cómo estás? Espero que bien
ahí en Canadá, ya me contaron hija. Son tantos años que no nos vemos, desde esa
última noche en el centro de Lima, esa noche loca que fuimos a la casa de
Giani, luego a la Cucaracha y finalmente a la Agencia, llevando la camiseta del
Real Madrid, para el osito, Rafael. ¿Recuerdas? El venexere que hacía de barman
en la discoteca y del cual acabé perdidamente enamorada. ¡Fue tu idea además!
Recorrimos dos centros comerciales y varias tiendas preguntando por la bendita
camiseta. ¿En qué habrá acabado? Pero nada hija, que noche aquella. ¿Cómo va
todo por allá? Sabes algo de las mariconas de siempre, de las amigas de vino y
hierba en tu casa de Lince. De la Alvara, de la Yerson, de la Romina del futuro,
de la amiga borrachixiri. ¡Ay! Que saudade loca. Extraño todas esas locuras, no
paro de reír cuando te recuerdo con tu peluca crespa negra caminando por la
avenida Venezuela, saliendo de la casa de Giani, tú ya china, y tú tan
conchuda, saludando, mandando besitos a los chicos venexeres que estaban en la
puerta de ese salsódromo Kali. Fue una cague de risa, éramos unas locas
desatadas, extraño esos años en que no había virus propagándose por el solo
estornudo o la tos, o incluso por el propio aire, lo cual nunca se demostró del
todo. ¡Qué barbaridad! Esos años fueron los más felices, esos fines de semana,
y ahora mana, sin lugar donde ir, confinadas en nuestras casas, porque al
parecer ése sólo fue la antesala de otros más mortales. Al menos aún estamos sobreviviendo.
Bueno, vi el anuncio de un muchacho, no
recuerdo la plataforma en donde vi el enuncio, pero era virtual pues solicité
fotos y me las mandó. No estaba mal de cara y de herramienta pues estaba mejor.
Ahora, nunca he tenido esa predisposición por los híper guapos o musculosos o súper
producidos, (incluso después de la migración venezolana que alteró el medio del
comercio sexual dejando a muchos buenos peruchos excluidos por un rato),
siempre he tenido una preferencia por los ‘normalitos’, incluso que se alejan
del estándar de un flexere convencional, esos que sacan provecho de ser
chacutis o muy guapos. Y éste era así, Juan, flaquito (sabes que no es mi gusto),
no era feo pero tampoco guapo, normal diría, callado, tímido. Así que me animé
y decidí escribirle y concertar encuentro, claro, también acepté la tarifa, la
cual no estaba mal por si al final todo resultaba una decepción tremenda.
Ahora, con él ha habido mucha confianza,
resulta que un mecanismo para aliviar el asunto del fleterío ha sido el tema de
la limpieza, pues bien, él venía a casa a limpiar, como cualquier persona que
hace la limpieza de la casa, pero al final cerrábamos la jornada teniendo sexo,
uno súper bueno claro. Y esa ha sido la formula por muchos años. En ese trajín
han habido mañanas o tardes que yo estaba pasadazo de tragos o de drogas y él
se la pasaba limpiando, yo tirado en la cama, y nunca se ha desaparecido nada.
Igual, las veces que se ha quedado a dormir (que sabes ha sido una lucha,
porque él lo evita) todo ha transcurrido tranquilo, sin temor que a la mañana
siguiente me despierte con el horror de una casa hurtada. Otras veces hasta lo
he dejado plantado al pobre Juan, sobre todo cuando empezó a venir los domingos
por la mañana a limpiar, y yo me encontraba en alguna fiesta o en la casa de
alguna amiga y no llegaba o me olvidaba de la hora acordada. Nunca se molestó.
Pero bueno eso habrá sido hasta el tercer año, en que creo era yo quien
controlaba todo, pues luego fue otro asunto.
Una tarde le pregunté, “¿cómo te iniciaste en
esto?”. “Pues un amigo del trabajo me dijo para ir a la plaza San Martín, y ahí
comencé”. Dice que siempre ha sido activo, que por nada de lo que le ofrezcan
haría de pasivo, yo en cambio le he dicho que si fuese moderno sería más rico,
sería completo, que eso no va con él. Y amiga, han sido cinco años de intentos
y nada de tener éxito, con las justas se deja algunas caricias, que también he
ido negociando, y cuando esta fumado se deja montar pero de juego, porque si no
ni eso. Pero no sabes, me gusta cómo se pone cuando lo pongo en esa postura, se
ve que lo disfruta, bueno, ¿quién no disfruta más del sexo con un poco de
hierba? Por eso, loca pienso que hasta de fumar se cuida, siento que no lo hace
mucho por miedo a terminar volteado, si es que ya no lo hizo. Esa idea me
atormenta, me aloca pensar que alguien se lo clava, quisiera al menos ser
testigo de eso, ver y extasiarme de la sola imagen. Total, no sería el único ni
último hombre que se dice ‘activo’ y que termina entregando el culo a otro,
claro un ‘otro’ tan o más masculino que él.
Otras veces le había escrito preguntándole
cuánto y dónde, él siempre me había dicho que vivía en el Callao, por Carmen de
la Legua, solo y que su hermano vivía en Ventanilla. Pero una vez que me
acompañó al centro, pues yo me iba a una fiesta por el centro de Lima, él me
dijo que se bajaba por Alfonso Ugarte, que desde la Plaza Dos de Mayo
encontraba colectivo. Desde ahí me quedó la duda, por lo que una vez fingí ser
otro cliente y me dijo que tenía un cuarto por la calle Zepita, “eso es seguro”
pregunté; “sí, ahí tengo mi cuartito”. No escribí más, pero sí muchas veces en
el Grindr lo veía conectado cuando nos encontrábamos en la Cucaracha. ¿Dónde
realmente vivía? Pues, otro misterio que no se llegó a resolver. Cuando inició
la cuarentena por el Covid-19 y nos vimos al mes de iniciado el aislamiento, lo
vi y me dijo que estaba en su casa en Carmen de la Legua. Esa vez estuvimos sin
vernos como un periodo de dos meses, si bien recuerdo, pues había decidido no
verlo nunca más, como varias veces que lo había intentado antes, pero sin éxito
alguno.
¿Quién será realmente Jorge? ¿Qué sentirá Jorge?
Siempre he querido saber si es capaz de querer a alguien, si es capaz de
enamorarse, porque a veces siento que estoy atada a él porque él es justamente
como yo, reacio para el amor, esquivo para sentir. Loca, creo que eso es lo que
me ata a él en el fondo. Los dos nos merecíamos a nosotros mismos. Y no sé si
aún nos merecemos, claro si aún logro encontrarlo pasada toda esta crisis. Sí,
aún deseo encontrarlo.
¿Habrá próxima? No lo sé, pero espero que sí,
no sé nada de él, ya que en mi afán por olvidarlo, por sacarlo de mí, borré
todos los registros de su número, mensajes, todo, absolutamente todo.
Igualmente no veo su imagen en Grindr, así que no sé nada él. Pensé que al
eliminarlo me olvidaría de él, pero veo que eso no fue posible. Fue sólo una
ilusión que duró un tiempo. Y si llego a encontrarlo, ¿qué le diré? ¿Seré capaz
de abrazarlo y decirle que no se vaya, que este tiempo y distancia me enseñó
que lo extraño? No lo sé tampoco, no estoy segura de nada, pero al menos este
instante, en que te escribo todas estas líneas, sí lo extraño, sí deseo verlo
nuevamente, por el mañana, no me interesa, y tampoco debería interesarme. Siendo
como él, práctica y funcional.
Fantasy te voy dejando, ya no resisto más este
confinamiento, cuánto tiempo más, no lo sabemos, pero bueno al menos podemos
cartearnos por este medio. Cuéntame cómo te va, ¿también tienes una historia
para contar? Ah, recuerdo ese chisicoso, el de las madrugadas, ¿desapareció
también? ¿Está vivo? Que no sabes nada de él. Estamos iguales hermana, qué
curioso, esos silencios prolongados por parte de ellos, esos nombres ficticios
que esconden un deseo, y otros verdaderos que ocultan sentimientos y realidades
de las cuales sabemos poco o nada. Por eso te digo, conocí dos hombres, Juan
para mí, para mi insaciable placer, para mi corrompido corazón, para mi
voracidad, Juan que respondía a mis pulsiones, que se entregaba también, Juan
ese alter ego siempre dispuesto, esa ficción de él mismo para satisfacer
a los otros y así mismo; y Jorge que pareciera que nunca será para mí, el que
vive en una permanente zona gris de ser o qué será, pues se sabe poco de él, Jorge
el ego más bien reacio a la apertura, taciturno, distante, sin ánimos de
establecer relaciones, esa realidad de sí mismo que se resiste a afirmar su
propio deseo y satisfacción, ese Jorge que siempre se aparta. Pero que ambos
curiosamente, Juan y Jorge, siempre se encontraban en mi lecho.
Ahora sí te dejo chica, hablamos y me cuentas,
siempre es bueno hablar.
Zoraida de las Nuevas Periferias
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