¡Somos libres, seásmolos siempre! Un sueño de independencia.
julio 28, 2021TwoPrincess- Carlos Jaramillo -
- Roland Alvarez -
Acto I. La vida o sueño de Ño Juan José Cabezudo.
"Víspera de mucha y día de nada", pensaba entre sueños Juan José; abrió pronto sus inmensos ojos de almendra, “me fueron muy celebrados cuando mocito en la Alameda Grande y en las fiestas de Amancaes, aquel rubito… ¡Guay, niño de mis desvelos! Los maricones: picarones, indecentes, lisos sí que hacemos temblar ésta villa de cacasenos y mamacallos y no cambiaremos aunque llegue la Patria", remató antes de levantarse del lecho, con un dolorcillo en la espalda, al rayar el alba del sábado 28 de Julio del año de 1821.
«¡Patriotas el mate
de chicha llenad
Y alegres brindemos por la Libertad!»[1]
“Me tienen curcuncha hace semanas con ese canturreo extravagante", pensó al oír la entonación de la canción revolucionaria en la voz aguardentosa de unos palanganas que limpiaban los restos de los fuegos artificiales de la víspera.
Dispuso cacharros y lienzos pulcrísimos para transportar el escabeche que había dejado marinar desde anoche. A pesar del desabastecimiento de la capital por la huida del virrey y la llegada de los patriotas tenía toda una red de mercaderes, pescadores y fruteras que le proporcionaron insumos frescos, después de todo él era ya “Ño Juan José”, el cocinero más reputado de la capital; “hasta la mismísima doña Micaela Villegas, que Dios tenga a su diestra, llegaba a mi pobre puesto de entonces a llevarse mi sanguito de ñajú. Doña Miquita, tan cariñosa como enérgica: “¡Oiga, Pepa, quiero mi sango!, me decía con su voz de cómica. Hasta el final la llamaron La Perricholi y yo, con mi voz de tiple y mi cintura estrecha, ya soy Juan José, "el maricón principal". ¡Qué bonita soy yo: la Cabezudo!” Rió con ganas otra vez esa mañana”.
La plaza todavía está desierta, es temprano. Al frente, en el Palacio de los virreyes, toda la noche ha habido movimiento de gentes. Levantarán un altillo para que don Pepito, perdón, Su Excelencia el general San Martín, proclame la cacareada independencia. ¡Qué bueno!, ya los godos estaban demás. Figúrese que el virrey Abascal trajo un cocinero italiano, un tal Coppola, que ha tenido el cuajo de abrir una fonda aquí a la vuelta en Mercaderes, que tal lisura, oiga usted. Hoy por fin llegó la Patria, y que haya mucho negocio. Comida y bebida hasta que revienten los limeños, cortesanos, glotones y chismosos con Rey o con Patria.
He visto una sola vez, la noche de su silenciosa entrada a la ciudad, a mi tocayo, don José de San Martin; es buenmozo el hombre, no tardará en conocer a las limeñas, ¡ay, sangre preciosa de nuestro señor Jesucristo!, guárdalo de ver a las tapadas, y en demais[2] de ‘ciertas’ tapadas. Aún recuerdo a ese imberbe Francisco no sé cuantitos, que le robó la ropa a su hermana y el muy fresco se fue de tapada a la Alameda Grande ¡Y en plena Porciúncula! ¡Pecadillos de la mocedad! Libróse de ser chicharrón de la Inquisición. Menudencia de maricón.
Hoy estoy con la sinhueso bien pizpireta. Me ha puesto de buenas ver tanto mocetón soldado en las calles. Vienen de ese Río de la Plata que dará que hablar. Y de la Nueva Granada. Zambirulos, sacalaguas, retintos, tentaciones del Maligno. Ayer fui a recoger agua de la fuente de la plaza mayor, porque yo ahora, calladita y sin alharaca, de a pocos, estoy con mis chupes, mis seviches, mis tamales (que son la gloria), mi sanguito y mi chicha de Terranova en lugar muy principal: El portal de escribanos. ¡Si, zeñó! Buenos petacones me cuesta de darle a los pillos del Cabildo, partida de barbajanes: ya se les acaba la feria, que llegó la Patria.
Te contaba que al ir a la pila, se me juntó un mancebo, de esos correveidiles que han llegado con los patriotas; el muy granuja se me apalabró con decires indecentones sobre esos animalejos apareándose que tiene la fuente de bronce. Le dediqué media sonrisa y le hice obsequio de uno de los jazmines embriagantes que suelo llevar en mi cabello. Jazmines en el pelo y rosas en la cara, me parece canción. ¿Y sabes lo que me replicó?:
«Como una y una son dos,
por las morenas me muero:
lo blanco, lo hizo un platero;
lo moreno, lo hizo Dios»[3]
¡Ja! A mí con versos, enseguida le puse:
«Si yo me viera contigo,
la llave a la puerta echada,
y el herrero se muriera,
y la llave se quebrara... »[4]
¡Eah! Que ya veo venir por la calle de Judíos a la Paca, hermafrodita más grande no ha visto esta villa pródiga de sodomitas grandes y pequeños. Ya no es ningún pimpollo... Baste saber que estuvo hace años en aquel sarao de cuantos maricones sirvientes de dama de alcurnia existían en la Ciudad de los Reyes, aquelarre que terminó en la cárcel y todas las "madamitas" recibieron su tostón. Como habrá dado de decir, que salió impreso en el Mercurio Peruano y Lima ya no fue Lima sino Androginópolis.[5] Acabáramos. Paquita sigue fiel al rey, y sigue siendo, según ella, la marquesita de Castrillón, como su ama.
- Déjame que te cuente que en la Francia a las marquesitas les cortaron la cabeza...
- Deja ya, zambo fritanguero, vicioso de naipes y disforzado, que ya llega La Serna a limpiar de badulaques mi ciudad, la tres veces coronada villa.
- Será que la baba es gratis. A callar que me salas el negocio. Ya suficiente tengo con la orden de don Pepito de apartar a todos los cajoneros de la plaza. Si no vendo no como. Mejor poneos a salpicar agua alrededor para que no levante el polvo y espanta a los gallinazos hasta la acequia.
Ya están terminando el altillo para la proclama. ¡Ya llegó la Patria!
- Lo que es yo me siento extenuada, necesito un poco de tus brebajes, estuve toda la noche...
- Ya sé, ya sé, en la calle del Sauce[6] con algún chuchumeco, guarde el Santísimo Sacramento que no te pase lo que al padre Carapulcra y su niño Cututeo, ¿recuerdas?
«Horrendos hermafroditas
Cuidado con vuestras cuitas
Dejad la mariconada
Venid a la frijolada
De mi bendito convento»[7]
- Soy amada. Insistió Paca poniéndose el blanco delantal.
- Bendita la Magdalena y casi la terminan de apedrear. Peinas canas, embelecada.
«Y cuando alguno la enamora,
lo primero que le busca es el bolsillo para robarle el dinero
Ha tenido siete ingleses
Tres porteños, dos chilenos
Y todos desesperados
de sufrir este gran hueso»[8]
Basta de chácharas. La plaza empieza a llenarse al tope. El Libertador para variar hará la proclama de la independencia a la usanza de los virreyes. Con bando, estandarte y brindis en la Plaza mayor, y en las plazas de la Merced, Santa Ana y la Inquisición. Señoritingos, condes, marqueses, prelados. Hombres.
«¿En qué casas de la dorada Lima vivieron los obreros que la construyeron?»[9]
¿Y las obreras?
(Otro día preguntamos por los maricones)
Juan José espanta un moscardón verde que tiene la osadía de posarse justo sobre un trozo de lenguado de su famoso seviche. “Mis viandas y mis manos torcazas atraen comensales desde el lejano pueblo de Miraflores y ni la mentada Cecilia Asunciona, la norteña, que aspira a robarme la clientela con zalamerías de pindonga y sus insolentes pregones puede disputarme el señorío”. Piensa que debe aprender a elaborar ese mejunje de papas y ají que llaman causa.
Por la causa. Por la Libertad.
Ya llegó la Patria, espero se me acabe toda la comida. Nosotros los maricones sólo queremos un poquito de esa Patria, la que nos haga felices de aquí a... A doscientos años ¡Malhaya!
Acto II. La vida, sueño o pesadilla de nuestra independencia.
No vuelvo a mezclar pisco y marihuana, pensó Manuel (para enseguida negar semejante mentira) despatarrado en su chailon rojo, ese mueble divino que la hacia sentir una cortesana dieciochesca o la geisha que tanto le gustaba emular con sus amantes. El departamento a oscuras, el silencio apenas roto por el rugido del contaminado mar cercano, el viejo balneario desierto por el toque de queda, la cuarentena, el fin del mundo, la peste.
- Ojalá llegara ese planeta Melancholia de Lars von Trier, y se estrellara contra esta Lima cursi y detestable.
Su mano cayó pesada sobre el piso buscando el teléfono móvil y sintió el desorden de papeles y fotografías de acuarelas.
La culpa de todo este zafarrancho lo tienen esas benditas acuarelas. Un fascinante hallazgo mientras buscaba en la Internet alguna información sobre la historia homosexual del Perú, misión harto difícil como se lo había comentado a su amiga la Jay, en una de esas largas sesiones nocturnas de análisis del país que ambas se procuraban para no enloquecer por el encierro obligatorio y las diarias necrológicas cada vez más cercanas. Tenía registrado los hechos sueltos mantenidos en el tiempo por la oralidad del chimento, como aquel baile de la laguna de Barranco en el verano de 1959 o el episodio de las tres travestis presentándose a la Asamblea Constituyente de 1978.
Nunca le había gustado el dolce far niente tan limeño y en los últimos años no había tenido el tiempo suficiente para pensar en si mismo o en su vida profesional ascendente. Por suerte el sexo nunca faltaba. Ahora, cercado por la pandemia ordenaba cajones, ficheros, evaluaba viejos proyectos, empezó uno nuevo: el rescate de la memoria marica nacional. Sentía renacer ante la proximidad de la muerte en el aire.
En un acto de magia aparecía el señor Cabezudo, Ño Juan José Cabezudo en ese sueño extraño que había tenido y precisamente en plenas fiestas patrias.
¿Cómo habría sido la declaración de la independencia para una marica de 1821? ¿Soñó con una sociedad como la que resultó dos siglos después o acaso, sin tanta fanfarria luchadora, fue más libre que nosotras?
«Got a black magic woman
Got a black magic woman
I've got a black magic woman
Got me so blind, I can't see»[10]
Santana canta muy atinado desde la radio, ya tan vintage en pleno año 21. ¿Mensajes de la Cabezudo?
Con razón acabo de soñar con esta Ño. ¿Qué hemos sido los maricones en el Perú durante 200 años de independencia? Se preguntó casi solemne la académica solo interrumpida por el ronroneo despótico de Mr. Jones, gato queer performativo habitante de Abracadabra, Abya Yala o como diablos se diga. Ay, las etiquetitas de la posmodernidad, hija, La Cabezudo diría: ¡Qué adefesio es eso!
Seguirá, además, el misterio de las acuarelas, las de nuestro Pancho Fierro y las del ecuatoriano Francisco Javier Cortés, ambos pintores muy celebrados, a quienes debemos la inmortalidad de las costumbres y tipos de la capital del virreinato que igualmente vieron devenir en capital de una república de sanatorio.
“Tienen el mismo nombre pero son tan diferentes, ¡carajo!. Uno es negro y el otro cholo”.
Ahora miraba el revoltijo de documentos varios y hasta cuadernos de apuntes sobre la mesa del comedor vuelta oficina de emergencia para cumplir con aquello que el confinamiento sanitario había puesto de moda cruel: el teletrabajo.
Se preparó una copa más a la salud y memoria de tan olvidado prócer. Mejor borracha que terminar orate por el encierro. Extrañaba el bar Queirolo del centro. Sentirse rodeado de las pocas locas íntimas disponiendo de una ‘res’ de pisco con limones, hielo, ginger ale y algo de licor de guindas para un inigualable ‘sol y sombra’; la poesía, la política, los hombres. Admirar a una cantante de gracia limeña animando providencial la noche del bar. Devorar butifarras con harto ají para darle aguante al alcohol. Y más hombres. Ay, la bohemia que aun quedaba entre la eterna decadencia y el mentiroso esplendor del centro de Lima.
Extrañaba eso de su ciudad. La Androginópolis mencionada en los relativamente conocidos artículos del Mercurio Peruano de 1791. La búsqueda de mariconada histórica le devolvía menciones en sátiras, crónicas de viajeros, poemitas, y, cómo no, en la fiesta de San Juan de Amancaes, la saturnal limeña por excelencia cada 24 de Junio en el virreinato y los primeros años de la república con una coda hasta el siglo XX.
Siempre estaremos ‘donde revienta el cuete’. Siempre el arte sagrado del travestismo, de lanas vueltas trenzas y retazos para aumentar caderas y nalgas insolentes. Los chaides o chaires como se les llama a los aumentos en el argot del ambiente peruano. ¡Tanta historia, por Dior! Inclusive pudo encontrar travestismo festivo como en el del Día de la Vieja, el carnaval y otras festividades que tenían mucho de mofa y también de intencionada denuncia social.
Manuel hizo un mohín divertido como los de su gato al pensar en presentar la investigación ante sus empingorotados colegas de la universidad, algunos de ellos muy enclosetados señores o gays circunspectos que si asoman a la mariconada sería desde el microscopio. Que se jodan.
«Verás ciertos maricones
Plaga del cielo limeño
Con voces afeminadas
Cotillos y barbiquejos
…
Jamás a mujer tapada
Vayan a echar requiebro
Que puede ser una negra
O algún hombre esqueleto»[11].
No sería descabellado pensar la independencia de 1821 como el fin de esa ridícula persecución iniciada en la Conquista, originada por los Reyes Católicos y refrendada por Felipe II en 1598 para luego ser implantada enfurecida al Perú por el Virrey Toledo con la importación de la Inquisición, que de refilón cayó sobre indios, negros y mestizo; al parecer, a los blanquitos chapetones en el fondo les inquietaba la exquisita otredad.
La Cabezudo utilizó muy bien sus recursos y ese ser ‘recursera’ le ha deparado un sitio en la historia nacional. Y, seguramente como las que llegaron después: resistió. Si bien hemos resistido y, a la par, sobrevivido, igual nos sigue acompañando el término que nos acuñaron en la colonia: ‘indio sodomita’, el cual se haya presente en toda política inexistente, en todo discurso y acto de odio, de burla, de indiferencia y de invisibilidad. Acaso, ¿no quieren que existamos, nos quieren borrar de la historia y hasta de nuestra propia memoria y existencia misma? No somos nada, ellos siempre lo han creído. Pero no han logrado borrarnos como quisieran.
“Mejor aplacar la copetineada”, pensó Manuel absorto en sus habitual tormenta de ideas y fue por un poco de agua al kitchen.
Julio del 2020, ¿alguna maricona pensó que sería un año diferente? Descontando la pandemia, ¿realmente creyeron que había algo para celebrar? Las cabras de siempre seguro estarían haciendo los preparativos para encontrarse, y celebrar el 28 y 29 de julio porque en este paisinho nos podemos ir a la mierda, pero celebrando. Las cabras amigas estarían quizás invitando a mi amiga la diosa Bell, travesti norteña, verdadera sobreviviente de otra pandemia, de la migración y el trabajo de calle en Lima a París, Milán y hasta Buenos Aires; porque su país, al que alimentó de tantas remesas, nunca le dio una mejor oportunidad -al menos extendió su mercado y no quedó reducida a la antigua calle del Sauce-, y eso que hasta ahora que se las ingenia entre emprendimientos y la informalidad, total, todas aprendimos de la Cabezudo ese arte de salir adelante.
¡Extraño el Queirolo, por la putamadre! Y ‘La Cucaracha’ para seguir festejando a ritmo de cumbias, salsa y boleros, para rematar en ‘La Agencia’ a punta de más cerveza y salir ya casi borrachas a gritar como locas ¡Viva la independencia! ¡Viva la patria!… Pero, ¿sin nosotras? Haríamos escándalo al pasar por la Plaza San Martín, preguntándole a los fletes su tarifa y pidiéndoles que nos muestren el paquete, si no no hay trato. Porque cabe decir que la independencia también debería ser para ellos, aunque de seguro para el capitalismo son el mejor ejemplo de emprendimiento, y si pudiesen les cargarían los impuestos, solo eso, no les reconocerían ni de a balas el trabajo ni los derechos correspondientes. Pobres rameritos.
Querida Cabezudo: eres tú, nuestro primer maricón, canciller de la mariconada, cheff supremo antes de la huevada culinaria de esta republiqueta de anemia infantil y TBC, tú que has sido pintada, fotografiada, narrada pero que nadie te ha puesto en el lugar que mereces en nuestra historia.
De pronto, las sirenas que anunciaban el toque de queda decretado por el gobierno le recordó de golpe la pandemia. Los carros de la vigilancia municipal empezaron la tortura diaria del ‘Contigo Perú’, cancioncilla patriotera ad nauseam. Fiestas Patrias, el año pasado a estas alturas ya estaba en Katmandú ¡Maldita peste que nos mata de a pocos, sobre todo de encierro y miedo! Viajar por el mundo era el lujo que le procuraba el éxito profesional aunque el precio era una y otra vez volver a este corralón llamado Lima.
Escribió Ricardo Palma que Ño Juan José trabajaba once meses del año para tomarse febrero, en pleno verano, para irse al balneario de Chorrillos a tirar todo el dinero en naipes… Y en hombres, pero esto último no lo cuenta Palma. No, no, eso lo sacamos de entre líneas las maricas, porque con Virreinato o República, somos las mismas y ningún Bicentenario estará completo sin nosotras. La Ño en Chorrillos y las locas en las discotecas y bares del centro histórico, desde la terraza del hotel Bolívar hasta el Zepita, porque ninguna cabra que se precie de tener calle o noche puede decir que no conoce el bar de la calle Zepita, donde los besos saben a navaja, y la cerveza a látex de condón. Miraflores y Barranco son la misma huevada como cantó María T-ta: “a los gays sin alma que posan en una barra limpia de los distritos pitucos, sintiéndose regias pero que no son dignas herederas de Ño Juan José”, pienso que hasta les mentaría la madre esta negra fresquísima. O derrepente pongo a la negra bien marxista y en realidad ella feliz de recibir encargos de comida para los saraos de las marquesitas limeñas. Fuchi.
¿Continuamos tu legado o te hemos fallado, Juan José,? O es todo un sueño para encontrarnos una alcurnia marica en este país hipócrita que no podemos terminar de odiar. Pero, no por nada te he soñado Cabezudo, y le haré caso a mis sueños como me aconsejó mi chamana hace años en la selva. No voy a permitir que la historia nos sea arrebatada por esas cojudas que piensan haber inventado la mariconada pública en el Perú el día que un empresario explotador y lobista decidió lanzarse a un cargo público por elección popular y posar de gay. Ni mucho menos de esas ONG mercenarias que, si el virrey volviera, se pondrían de alfombra para que pase su carroza.
Si la Cabezudo, un poco inventada un poco absolutamente real, se imaginó la libertad, de seguro no puede ser ésta, siento que le hemos fallado a la compa porque aún no sabemos lo que es vivir libres, de ser consideradas, de tener nombre, de tener seguridad, de tener identidad, de ser reconocidas. Lo que hemos aprendido es a sobrevivir, a reír para aligerar la carga de nuestras existencias, porque no queda de otra, seguimos resistiendo con jolgorio o sin él, ahí estamos tan igual como la Cabezudo viendo pasar a los hombres guapos en sus caballos para el grito de libertad, que no llega para todas, que no alcanza para nosotras…
Mr. Jones maúlla sus órdenes definitivas, es su hora de cenar jamoncito inglés y cepillarle el lomo mientras el Perú no termina de pudrirse en el noticiero de las 8 pm. Este sueño recién comienza querida Ño Cabezudo, por tu memoria, por la nuestra, y por la libertad.
Bibliografía
Molina, F. (2017). Cuando amar era pecado. Instituto Francés de Estudios Andinos.
Palma, R. (1893). Tradiciones Peruanas. Montaner y Simón.
Pamo, O. (2015). El Travestismo en Lima: De la Colonia a La República. Acta Herediana, 56, 26-38.
Sifuentes, I. (2020, 27 de julio). Elogio Mestizo. El Peruano variedades. https://elperuano.pe/suplementosflipping/variedades/568/web/pagina03.html
Soto, C. (2015). Entre “afeminado” y divertido: una conducta licenciosa en Lima a inicios del siglo XIX. Revista Del Archivo General De La Nación, 30(1), 213-228. https://doi.org/10.37840/ragn.v30i1.47
Terralla y Landa, E. (1798). Lima por dentro y fuera. Imprenta de Villapando.
[1] Coro de la canción La Chicha compuesta por José de la Torre Ugarte y José Bernardo Alcedo. Esta canción es salvada del olvido en 1862, y al parecer “es el primer canto republicano a la comida nacional. Y tiene como condimento central a la chicha de maíz” (Sifuentes, 2020).
[2] Se mantiene el uso conforme a las Tradiciones Peruanas (Palma, 1893).
[3] Extracto de ¡Pues Bonita soy yo, la Castellanos! (Palma, 1893)
[4] Ibíd.
[5] Androginópolis sería el nombre para referirse a Lima, en una publicación denominada Carta sobre los Maricones, firmada con el seudónimo Filaletes, aparecida en 1791 en El Mercurio Peruano (Pamo, 2015, p. 33; Soto, 2015, p. 216). En dicha carta se deja dicho que la ciudad tenía la presencia de hombres que imitaban en su vestimenta y modales a las mujeres.
[6] Se menciona que “a principios del siglo XIX estuviera ya organizada la prostitución sodomítica: en la antigua calle del Sauce, panadería del Cascajal, había una casa de tolerancia dedicada a los homosexuales” (Soto, 2015, p. 225).
[7] Extracto anónimo de El paseo de Amancaes y prisión para los Maricones (Pamo, 2015, p. 29).
[8] Ibíd.
[9] Extracto de Preguntas de un obrero que lee de Bertolt Brecht.
[10] Extracto de la canción Black magic woman, compuesta por la banda británica Fleetwood Mac en 1968, y luego versionada por Santana en 1970.
[11] Extracto del poema satírico (Terralla y Landa, 1798).
Fuente de imagen: https://m.facebook.com/limalaunica/photos/a.10150211225850403/10163720087625403/?type=3&source=57&__tn__=EH-R
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