Por Romina Hassan Qaboos Saeed
Domingo 28 de enero
2018. La noche del sábado estaba aburrida y tenía ese malestar común de la
soledad en un fin de semana en Lima. Sin embargo como golpe de 10 pm mi amiga “la
gringa” que estaba de visita aquí, me envió un mensaje para ver si me animaba a
salir, a lo que acepté sin mucha resistencia. Ya la semana pasada habíamos
salido al centro y la habíamos pasado genial, por lo que decidimos repetir el
plato. Nos fuimos al Paris, ese antro donde creo que uno se la pasa bien,
porque es frecuentado por gente mayor y nadie en realidad está buscando ser la
más bonita, la gente se emborracha y baila tranquila. Existe el mito, que en
dicho antro concurren hombres casados, disque heteros, policías, etc., es decir
una fauna masculina atrayente para quien gusta de esos placeres que brinda un
hombre “de esos”. Y en realidad lo que encontré fue lo que podría considerarse
diverso, una pareja de hombres sesentones, bailando, divirtiéndose, siendo
felices, besándose de rato en rato. Mi amiga y yo contemplábamos ello y nos
parecía tierno, libre, felicidad pura. Luego llegaron dos hombres más, con
pinta de obreros de construcción civil, ¿sindicalistas? No lo sé, pero me
encantó imaginarme que sí. Incluso, ellos traían unas mochilas como si
regresaban de la obra, venían cogidos de la mano, felices también, y luego los
volví a ver bailando y besándose. Luego un oso inmenso pero perfectamente
femenino, jugando a ser “ella” con su abanico inmenso de plumas con su novio,
otro oso pero un poco más masculino. Luego las locas de siempre, dos travestis,
chicos con pinta de patitas de barrio, algunos medio cachacos de cuartel, una
inmensa fauna diversa y acogedora. Y la música, desde salsa hasta cumbia, desde
disco hasta las clásicas ochenteras melodramáticas donde las locas entradas en
años cantan a todo pulmón, como cuando suena la Daniela Romo “yo no te pido la
luna”. Felicidad perfecta, pues en un momento de la noche me sorprendieron con
una canción clásica de los Emiratos! Sí, bailé “allah allah ya baba” en ese
antro maravilloso, podía esperar tranquilamente que algún día me pongan una de
Khaled.
Eran ya las
tantas, y habíamos hecho grupo con unos muchachos, mi amiga ya estaba
enamorada, cuando de repente alguien grande (un oso!) pasó como tren en medio
de nuestro grupo, pateando la botella cerveza que teníamos en el piso. Ésta se hizo
añicos. El tipo ni se inmutó y siguió su paso, con él no era la cosa. Me
pareció de muy mal gusto ello y decidí esperarlo para pedirle una explicación,
una disculpa mínimamente. Esperé y
esperé y no aparecía, pensé por un momento que se había fugado. Al rato, levanté
la mirada y lo encontré, estaba con su grupo, era el sujeto de cuerpo de oso y
con lentes. Le dije a mi amiga “ya regreso, espérame”, y ella no entendía mi
propósito.
Me acerqué
donde el tipo grande y con el dedo sobre su espalda le dije “hola, tú hace un
rato pasaste por nuestro lado y te volaste una cerveza, creo que mínimo una
disculpa, no?” “Ah, perdón, sí, pero me fui de largo, pues tenía miedo que me
sacaran la mierda”, me respondió. Al momento le dije “ni que fuéramos
maleantes”. En eso se acercó a la barra y compró dos cervezas, una la dejó en
su grupo y la otra me la entregó, a lo que agradecí y le dije “chevere, has
quedado bien”. Nos miramos y de la nada empezamos a besarnos, intensamente.
Nadie entendía nada, ni de mi grupo ni de su grupo, sólo miradas extrañadas,
pues al parecer nadie podía creerse ello. Sus amigos empezaron a hacer bromas,
mi amiga no entendía nada, pues fui por una conversa y regresé con una cerveza
y un chape de cinco minutos.
No dijimos
mucho, solo continuamos besándonos, yo regresé a mi grupo, y en un momento
algún vigilante abrió la puerta y pude ver que era ¡Ya de día! Hace años que no
me quedaba en un antro hasta tarde, para salir como vampiros, destruidos por el
sol de verano. Ante ello, le dije a mi amiga, “vámonos ya”, a lo que ella
aceptó, felizmente pues su idea era seguirla en otro antro, pero ahí si hubiese
sido algo calamitoso. Me acerqué al oso y me despedí, otros dos minutos de
besos, hasta que me pidió alguna referencia de contacto. Ninguno de los dos
había llevado teléfonos, por lo que le pidió a su amigo le haga el favor de
apuntar el mío. Así fue. Nos fuimos, mi amiga, su reciente novio y yo, volví la
mirada y solté una sonrisa, hace mucho que o me divertía tanto, hace mucho que
no venía aqui, solo pude decir, “bonjour Paris, comme c'est bon de te voir”.
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