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Todas moriremos de lo mismo.

diciembre 05, 2018TwoPrincess




Autora: No quiere seudónimos, sólo es la Carlos Jaramillo

Hace unas noches, al final de las proyecciones del Outfest de cine TLGBI en Chiclayo, alguien lanzó un pequeño speech sobre la prevención del VIH; "y todas esas cositas que nos deben interesar a los mariconcetes", pensé, ya hastiada del tema. No puedes quedar bien de bien, después de enterrar a mucha gente querida por ello y de haber repartido miles de condones por las calles y de hablar y hablar y hablar...
La persona en cuestión soltó un comentario que me sacó de mi sopor, algo así como: "desde que vivo con VIH soy más feliz y tengo una vida más plena". La concha de la lora, y la ceja se me fue hasta la nuca. Mamita si eres torpe, cuidado cuando abras tu boquita, seguí en mis adentros de marica mala, valga la redundancia. En fin, que ni ganas de quedarme al after y salí a respirar un poco y caminar por la avenida Salaverry, a ver si entendía el asunto.
Es en esta misma ciudad que, una tarde ochentera, descubrí el sida y ser gay, ambas palabras en el titular de El popular sobre la muerte de Rock Hudson; desde ahí le agarré camote al buen Rock y me he convencido de que lo único cierto en mi vida, son mis pestañas y ser maricón 24/7.
Todos los años de mi iniciación en el arte del cache, me los pasé sin usar un condón; ríos de semen y sangre entre los muslos y calor, muchísimo calor de este semitrópico, con música de Nirvana y Karolina con "K".
Yo era feliz y menos puta de lo que parecía.
La fiesta se acabó en 1996 cuando tuve que firmar "voluntariamente" el permiso para mi primera prueba de Elisa so pretexto del seguro de vida para la Universidad. Si alguna vez he repasado una lista de cacheros (porque en Chiclayo no se tienen amantes, se tienen cacheros, cacheritos.) fue en aquella sala de espera del policlínico universitario, y hubiera terminado tres cajetillas de Winston rojo si en esos años no me produciese asco el tabaco.
Luego se volvió una rutinita simpática esperar resultados médicos. Una vez mi mamá incluyó un Tía Elisa (como empecé a llamarle a la prueba) en una batería de exámenes de alergias que me mandó hacer en el laboratorio de su siempre amable esposo para estos menesteres. Creo que esperaban mi sentencia con la boca salivantes. Vaffanculo. Ni ladillas he tenido. Y, terca como las mulas, me hice fan del látex para que de la rutilante Jaramillo no quede si no, una estadística más, de una cabra castigada por sus pecados, más.

Los voy a enterrar, vejetes. Jum.


Fuente: https://www.huesped.org.ar/noticias/coctel-para-el-vih/

El sida era una broma, un chiste cruel, un murmullo en el ambiente gay que he frecuentado todo el nuevo siglo. Era la trans bagrísima, a cuyo velorio íbamos para conocer los barrios de esa lejana cosa denominada pobreza y marginalidad social. Nosotras, las marginales de una clase trabajadora con delirio clasemediero, y cómo no, en esta provincia apartada de la gracia de Dior. 
Hizo sida mientras salía desafiante de un cuadro sifilítico, borracha y adicta a la pasta básica de cocaína. Alguien sugirió abrir el cadáver para sacarle sus magníficas prótesis de silicón suizo. Carcajadas disimuladas en el funeral.
El sida seguía siendo para mí, la novela de Bellatín y the show must go on de Mercury. Les nuit fauves de Cyril Collard. Más cojuda. 
Un señorito de Patazca, urbanización fifí para Chiclayo, se iba sin retrovirales y por cáncer de estómago sin dudas ni murmuraciones.
A las mariconas diagnosticadas se les decía voceadas, muertas. Estaban delicaditas. Se habían sacado la lotería peruana: La tinka. Tinkeadas. Tenían el piojo, el bicho. Bicheadas. Bichadas. Del Ecuador vino: embarcadas en el Titanic. Pacientes del doctor Freddy. Ya está con el Bu. Con la B, maricón. Bu. Bu. Bu.
Llegaron los días de campañas activistas, del 1 de diciembre, de los lazos rojos, las huellas de manos pintadas y el Estado que nos quiere exterminar. Ahora sé que la posta médica del pueblo joven José Olaya, era el lugar más desolador del mundo, lo último que veía una compañera para llorar amargamente y sola, mil veces sola, en una banca del parque que existía antes, al frente, lleno de algarrobos.
O simplemente seguir la vida. O terminar de amargarla. Total, nadie nos quiere. O nos lo hacen creer desde nuestra niñez. ¿Verdad?

La primera noche salvaje que salimos y nos hicimos íntimas, ella me lo dijo llorando, más de borracha y decepcionada del último chico que por hacer una ópera del asunto. Lo tenía y sanseacabó. Fuimos amigas con broncas y mil aventuras hasta su final. Ella me dejó consejos no compartidos y enseñanzas nunca dichas. Ella me contó la anécdota aquella de no sé quién: Salud, porque aquí todas vamos a morir de lo mismo...

Ayer conmemorábamos las luchas por vivir, la gente amada que ya nunca más, la amenaza perenne que nos muestra los dientes filudos queriendo besarnos. Hoy el Estado peruano te facilita el TARGA y las consejerías, muchas veces no abastecen ni condones. ¿Qué puedes esperar de ésta república de chicle masticado?
Sigue la vida por aquí, siguen los chismes sobre el tema, que no es otra cosa si no miedo, miedo a tener tu boleto para el Titanic, antes. Miedo a irte por el Grindr y que una imbécil consuetudinaria siga tirándote dedo, por labor social según ella. Ahora. Clásicos patéticos de la provincia, volumen 2019.

Me tiene un poco harta el tema, inclusive ha ocasionado múltiples debates dentro de esa mazamorra divina que es el movimiento TLGBI ¿debemos siempre mencionar el VIH, vamos el sida, en cualquier cosa o evento de nuestras comunidades? ¿De cuántas maneras encaramos la epidemia? ¿Eres más plena y feliz desde que te diagnosticaron, so babosa? El estigma está ahí sobre todes nosotres, todes somos seropositives en potencia, o mejor aún, como dice la última campaña: Somos seropositivas políticas.


Extraño un poco a mis amigas que se fueron. Las extraño, locas. Hace unas noches caminé por la Salaverry, otra vez de noche, pero ya sin ustedes. Y encendí un pucho.

Aquí sigo, también por ustedes. Y por mí.

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3 comentarios

  1. "El sida era una broma, un chiste cruel, un murmullo en el ambiente gay que he frecuentado todo el nuevo siglo. Era la trans bagrísima, a cuyo velorio íbamos para conocer los barrios de esa lejana cosa denominada pobreza y marginalidad social".........el resumen de como la sociedad marginaliza a los que no siguen el esquema establecido , con una dosis de corrección política y doble moral, en un solo párrafo.....aun se pueden leer cosas buenas como esta crónica...Saludos

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Me gustó, la Jaramillo es buena para contar historias urbanas!

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