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La necesidad de (re)posicionar de la historia marica.

diciembre 13, 2018TwoPrincess

Fuente: Diana Ramos "Rastreando la sexualidad desde la arqueología: la cerámica erótica mochica.
http://revistamito.com/rastreando-la-sexualidad-desde-la-arqueologia-la-ceramica-erotica-mochica/
Autora: Romina de las Mercedes


Pudiera parecer anacrónica la presente nota, y que incluso se inserta dentro de un nicho político y académico que pudiera parecer superada ya en el siglo pasado. Sin embargo, no es así, aún se requiere desempolvar la historia y reflejar los contextos, las acciones, los sujetos y los sentidos que demuestran que las prácticas sexuales fueron y siguen siendo diversas en este país, esta región, y que incluso lo ha sido en otras más; pero que por la imposición de sistemas coloniales se establecieron mecanismos que favorecieron, institucionalizaron y validaron el sistema patriarcal y sexista.
Al leer la nota de Rosa M. Tristán “Soy indígena aymara y estoy amenazado de muerte por mi activismo marica”[1] sobre el periodista boliviano Roberto Condori, reconocí que aún existe la tarea pendiente de visibilizar que la diversidad sexual no es un producto de la modernidad, ni mucho menos del mercado del sistema capitalista. En ese sentido, es que esta nota busca entregar algunas ideas en relación a nuestra historia, mariconeril y travesti, la cual a la fecha se encuentra viva, presente y latente.

Con la colonia es que se produce un hito social y cultural en el espacio, la introducción de tropos transculturadores de la sexualidad (Horswell, 2010), es decir la identificación y tipificación de sujetos y prácticas relacionadas con el ejercicio de la sexualidad, específicamente la sodomía. Incluso estas -por así nombrarlas- tipificaciones tuvieron una repercusión legal y jurídica, pues justificó la dominación, usurpación y la guerra a las comunidades nativas (Molina, 2010). Además, el tropo de sexualidad no fue el único, sino también se instauró el tropo de la hechicería (Brosseder, 2018). La implantación de dichas categorías permitió visibilizar y al mismo tiempo condenar y perseguir a ciertos sujetos y ciertas prácticas, que según la revisión literaria tenían una connotación ritual-religiosa.

Lo último queda evidenciado en las descripciones que narraron los cronistas a la llegaba a estos territorios, teniendo además en cuenta el sesgo político e ideológico de los primeros españoles que arribaron. Sin embargo, se reconoce que al menos algunos cronistas fueron los primeros en realizar una proto-etnografía, por lo tanto, considero válido la descripción que resalta la existencia de oficiantes vestidos con trajes que eran característicos de las mujeres y que bebían y que se entregaban al ayuntamiento carnal (Cieza 2000 [1962], p. 259). Sin embargo, dicha acción se hallaba contextualizada, era portadora de un sentido social para los sujetos involucrados y para la comunidad, pues estas prácticas -según las crónicas- tenían un carácter público. Se menciona en pasajes de crónicas que estas prácticas eran más comunes entre sujetos de región yunga que en otras zonas como lo menciona Molina; sin embargo, en la evidencia mostrada por Horswell se evidencia que también existió en el sur altiplánico, y que además era practicada por pastores, es decir, no por oficiantes religiosos ni señores de alto rango político o militar, lo que ayuda a imaginar que dichas prácticas eran más extendidas y frecuentes.

Dejando de lado la evidencia del altiplano, centro mi atención en el norte del país, debido a que personalmente es en donde he tenido mayor contacto. Si consideramos la evidencia iconográfica, podemos afirmar la existencia de patrones o marcadores de género que permite identificar los cuerpos masculinos con la detención de poder (Narváez, 2003), así como el ejercicio de fuerza y potencia sexual figurada en la imagen del pato por ejemplo (Gamboa, 2017). Con la evidencia arqueológica, también podemos notar esa relación sujeto masculino y poder (Castillo,y Rengifo, 2008; Larco, 1965; Kauffmann, 1978; Alva, 2004; Chero, 2013). Así también, sobre la existencia de sexo, entiéndase entre hombres, hombre-travesti, hay evidencia de cerámica que a la fecha está incluso siendo releída y reinterpretada (Woloszyn y Piwowar, 2015). Finalmente, de la evidencia historiográfica -como se ha mencionado- se sabe que existían templos con oficiantes que copulaban con los señores. Ahora, como he mencionado, dichas prácticas estaban contextualizadas, eran parte de un ritual-religioso que se desarrollaba en un lugar específico.
Si bien con la colonización se produce esta transculturización, al mismo tiempo ocasiona transformaciones estructurales en el espacio y sentido de los rituales originarios, pues durante la implementación del nuevo sistema es que por así decirlo se “profaniza” el uso de la chicha y la hoja de coca, insumos centrales de dichos rituales (Saignes, 1989). Esta democratización hace que presumiblemente haya extendido el uso de la chicha en otros espacios, que potencialmente tomaron la forma en lo que conocemos en la actualidad como los chicheríos. Así también se trastoca el sentido, pues de un sentido ritual y religioso, ahora pasa a que las relaciones sexuales involucradas se den por sentido de placer, de gusto, disfrute, hasta instrumental quizás.

Sabemos de la existencia de los chicheríos y de las interacciones entre sujetos masculinos locales y los sujetos maricas y travestis. Ello es bastante conocido, por lo que forma parte del registro de conocimiento intersubjetivo. En la interacción entre las maricas/travestis y los sujetos masculinos en el chicherío se produce un tratamiento feminizante que dan los segundos sobre los primeros, que implica la acción ‘de feminizar’ al otro, y que constituye clave para iniciar la interacción. Es decir, se estaría manteniendo en cierta forma la estructura ‘genérica’ de los templos Moche, oficiantes con marcadores femeninos y señores masculinos, con la salvedad que entiendo el género como marcador o tratamiento del cuerpo, no como el concepto occidental y moderno.
Estas prácticas, que en realidad existen hasta la actualidad demuestran la permanencia de la plasticidad de la sexualidad en nuestra región, la cual al parecer en la actualidad ‘daña’ o ‘corroe’ la identidad masculina nacional. Y esto último, lamentablemente trae consecuencias en la implantación de una cultura homofóbica, y políticamente en la negación de derechos. Parece ser que la implantación del tropo de ‘indio sodomita’ aun deja sentir su estela, pues la existencia de sujetos con prácticas disidentes a las consideradas ‘heteronormativas’, constituyen causas justas de dominación, negación e indiferencia, permitiendo e incluso alentando acciones válidas de exterminación de los mismos. En la actualidad, lo que existe en nuestro territorio es la institucionalización de una homofobia estructural en el estado y desplegada por las instituciones del gobierno y en donde opera una política pública por omisión, que se traduce en un comportamiento sistemático de negación de toda propuesta normativa enfocada en la diversidad sexual.

Notas:
Alva, W. (2004). Sipan. Descubrimiento e Investigación. Lima: Quebecor World Perú.
Brosseder, C. (2018). El Poder de las Huacas. Cambios y Resistencia en los Andes del Perú Colonial. Arequipa: Ediciones El Lector.
Castillo, L. y Rengifo, C. El género y Poder: San José de Moro. En Makowski, K. (Ed.) Señores de los Reinos de la Luna, (pp. 165- 182). Lima: Banco de Crédito.
Cieza de León, P. (2000). La Crónica del Perú. Madrid: Dastin S.L.
Chero, L. (2013). Huaca Rajada/Sipán: Esplendor y Complejidad. Lambayeque: Museo de Sitio Huaca Rajada/Sipán.
Gamboa, J. (2017). El pato, la chicha, y la fiesta: representaciones visuales y simbolismo de los ánades domésticos y silvestres entre los Moche. Ñawpa Pacha. Journal of Andean Achaeology, p. 1-21.
Horswell, M. (2010). La descolonización del “sodomita” en los andes coloniales. Quito: Ediciones Abya-Yala.
Kauffmann, F. (1978). Comportamiento Sexual en el Antiguo Perú. Lima: Kompaktos G. S. Editores.
Larco, R. (1965). Checan. Ensayo sobre las representaciones eróticas del Perú precolombino. Suiza: Ediciones Nagel.
Molina, F. (2010). Crónicas de la sodomía. Representaciones de la sexualidad indígena a través de la literatura colonial. Bibliographica americana. Revista interdisciplinaria de estudios coloniales, 6, p. 1-12.
Narváez, A. (2003). Cabeza y cola: Expresión de dualidad, religiosidad y poder en los andes. Senri Ethnological Reports, 43, p. 5-43.
Saignes, T. (1989). Borrachera Andinas: ¿Por qué los indios ebrios hablan en español? Revista Andina, 1, p. 83-127.
Woloszyn, J. and Piwowar, K. (2015). Sodomites, Siamese Twins, and Scholars: Same-Sex Relationships in Moche Art. American Anthropologist, 117 (2), p. 285-301.




[1] Ver:  https://elasombrario.com/soy-indigena-aymara-y-estoy-amenazado-de-muerte-por-mi-activismo-marica/?fbclid=IwAR3xbPeXq9eavddrrv2K1NdnYSlfbD8cmhnLUbJ1DsWaA2guRbGmWKxmA9I

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