-Victoria de los Ángeles Kuljevan y
Salcedo de Zoegger-
Intro.-
Los pasadizos mal lustrados, el
rumor de huéspedes extranjeros, la leve peste de la PBC.
Hueles a amoníaco, le digo.
Risa ronca y tosecita sospechosa.
Cabra veleta acude a su
necesssaire, agua de colonia de emergencias.
Es un amante del pasado, de
tardes de enero, pasadas de marihuana y polvos increíbles.
Dos denuncias ahora por omisión
familiar, galopante caballo diríase en Madrid. Pastrulo.
Los viejos rituales del sexo con
él ya no tienen sabor ni olor. Se coloca el saguanto. Chúpamela con condón,
alcanza a decir el ex niño dorado.
Mi boca lo arrechaba hace mil
veranos.
De mi boca sale consejería médica
esta tarde melosa de verano local.
Improvisado diván, finjo
escucharle.
Le perdono todo a un hombre menos
que me aburra.
Masajea mi espalda y toma unas
monedas. Vete ya.
Fúmate el mundo y di que soy una
buena amiga y una chica estupenda, perro infeliz.
Ve el lunes a Procetts pregunta
por tal. Si se te pone salsa, rájale el cuello con esa navaja que guardas en tu
morral.
Quédate ahí.
Una foto más. Mal tomada pero
auténtica.
Escena cotidiana.-
No hay yogurt en casa, me voy al
súper así fresh como caminando después del almuerzo. Ya sé que Dolores del Río
dijo que ni muerta la verían en un supermercado, pero, Lolita adorada, el mundo
cambió, así de sencillo, déjame que te cuente...
En fin, que entro a lo que ahora
es Metro y antes la tienda del señor Chiappe (donde una iba en temporada
navideña por los orejones artesanales que eran más ricos que el perrito con
poppers) cuando en eso, hija, buscando el yogurt en ese market, todo sin gracia
y con un personal más feo que mandado hacer, se me cruza un chiquito, así medio
manganzoide con reconocimiento de las ocho horas de trabajo en el Perú, clava
los ojos en mis crisis de identidad pichular, y con un descaro indigno del centenario
del alpargatas de tulipanes africanos y se queda perplejo entre echar a reír y
en semejante tamal porque moi, robármelos para irse al cumpleaños de su
madrina, pobre, que jamás le entrarán voluptuosa y 1.84 m. pero tengo un pie de
limeña que te vas para atrás, oye.
Y nada, respiro, yo que he
adquirido una conciencia de clase única y no me toco de nervios ante ciertas
expresiones de mis hermanes proletaries, continúo con mis compritas caseras,
escucho un dejo venezolano por aquí, un colombiano por allá, que me encanta
porque del di y del manitafijate estoy con el coño morado.
La crisis de la Gran Colombia le
ha dado un savoir cosmo a esta aldehuela mogosa que agradezco bastante.
Voy a la caja con mi mejor
talante y bien puestecita, porque ya sabes que yo soy de primero muerta que
sencilla, cuando no sé cómo veo al mencionado proletario (con las camisas
amarillas horrendas otros dos de su reino natural para que me vean el outfit,
en una falta absoluta de solidaridad entre clases del uniforme que les dan en
el trabajo) a punto, pero a punto, de codear a oprimidas, porque el proleta y
el maricón somos víctimas del patriarcado capitalista y tú lo sabes ¿verdad?
Bueno, que si yo no hubiera leído
a Flora Tristán a Bakunin ni me hubiera partido de llanto con Ladrón de
bicicletas, puta madre hubiera hecho un acting de vieja pituca (que es la
subespecie urbana más yogurt griego y mis arándanos en la mano dentro del Metro
de Luis Gonzáles detestable de Chiclayo) y se armaba un casino de la Madonna
ahí mismo con mi y apenas unos ventiladores del año del culo y te suda hasta el
ídem, la donde, dicho sea de paso, con este calor infrahumano no hay aire
acondicionado conchesumare.
Y nada, que una pone cara de ex
hacendada y ceja de Juana Gallo y de inmediato el cosmos de los pongos vuelve a
su lugar, se dispersan, no se atreven a despegar los ojos del suelo y una paga,
se calza las gafas de sol y queda súper descorazonada porque la revolución está
verde aún y ya se me está pasando el tranvía para verla.
En fin. Yogurt griego heladito y
arándanos para compensar. ¿No?
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