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Autora: Romina de las Mercedes
Entre finales del año 2018 y
comienzos del 2019 tuve una intensa y acogedora experiencia con amigas y
colegas travestis diversas en el norte del país. Ello como parte de una
investigación personal que me encuentro realizando, centrado en la recuperación
de historias de personas diversas en nuestra extensa y compleja sociedad. Tenía
que cerrar una entrevista en Chiclayo y además arrancar una entrevista en
Piura. En el camino, y grata sorpresa, apareció una entrevista más en Tumbes,
la cual fue una experiencia maravillosa, pues en realidad la entrevista resultó
de un reecuentro con una persona que había conocido en el 2010 quizás y visto
nuevamente en el 2012. Fue sin duda experiencias que disfruté con cada persona
que tuve la increíble oportunidad de conocer más en detalle.
No daré ningún alcance de los
resultados que estoy obteniendo, esta nota sólo se centrará en dar algunos
alcances basada en observación y en premisas que lanzo a discusión y reflexión.
Para empezar, sólo recordaré la alta situación de vulnerabilidad en que se
encuentran las mujeres travestis en el país, aquí incluyo a toda la diversidad,
personas femeninas, las que viven las 24 horas en el género que sienten corresponder,
sin importar el hecho circunstancial de estar operadas o no, y aquí me refiero
a todo tipo de cirugía o transformación corporal. Menciono esto ultimo, pues en
mi opinión personal, toda persona tiene el derecho al auto-reconocimiento, y
éste no debe ni puede estar condicionado a un checklist que confirme su
categoría de “travesti”, “transgénero”, o “transexual”. Es decir, reconozco la
identidad femenina de “Juana”, así no tenga tetas producto de las hormonas o
del silicón implantado. Así ella no esté operada, así incluso sus familiares
más cercanos le llamen Juan. Me basta con que ella se nombre como “Juana” y que
su auto-defina y prefiera que la trate en femenino. No hacerlo, es un acto de
negación, invisibilidad y de violencia hacia esa persona. De igual forma
exigirle las tetas, persuadirle que exija a su familia la nombre en femenino,
entre otras cosas, es también un acto de violencia, de imposición para la
exclusión y una colonización identitaria y corpórea.
Mencionado esto, retomo el punto de
la vulnerabilidad. Debo decir que las personas con orientación no heterosexual
masculina y con mayor feminidad están destinadas a la exclusión y la
marginación y, por ende, a menores probabilidades de acceso a oportunidades
para el desarrollo. Por ello, las personas travestis en su diversidad están
destinadas a tener mínimo acceso a educación, salud y trabajo. Muchas de ellas,
han experimentado la marginación en sus entornos más íntimos, rechazadas por
sus familias, por lo que tuvieron que dejar el hogar y la escuela. Ello, no por
un motivo de capricho, sino por un asunto de supervivencia, por escapar del
bullying, de la violación correctiva e incluso de que sus propios padres las
asesine. Ello es la realidad y diversos estudios con personas trans o travestis
han reflejado esta situación, que es casi ya un guión repetido. Se ven forzadas
a dejar la casa, la escuela, no teniendo otra opción que la calle, es decir,
dedicarse al trabajo sexual. No todas optan por ello, pero podríamos decir que
la gran mayoría ven en el trabajo sexual la única opción para ganarse la vida.
Aparte, debemos entender que la identidad se forma entre pares, y tanto
maricas, machonas, como travestis, buscarán a sus pares inmediatos. A mí tocó
buscarlos, encontrarlos y descubrirme. En el caso de las pequeñas travestis,
éstas buscarán a sus pares en las canchas de vóley, en los salones de belleza,
entre otros. Algunas pares estarán inmersas en el trabajo sexual o dedicándose
a otros oficios menores como la cocina, la belleza, la limpieza, la decoración,
y quizás otros más. Esto demostrará que habrá muchas opciones para muchas de
ellas, teniendo en cuenta que algunas serán aún menores de edad, otras sin
estudios secundarios concluidos y más bien con muchas ilusiones de ser alguien.
Pero, qué o quién es ese “alguien”
al que aspiran ser. Como digo, los circuitos sociales que comienzan a
frecuentar empiezan también a volverse divertidos con las visitas a bares y discotecas.
Aquí es donde entra a marcar ruta otro guión bastante conocido, el de las
“europeas”, principalmente las que vienen de París, Milán Estas son también
pares, pero que se les reconoce el éxito, el triunfo, pues todas -o al menos la
gran mayoría- llegan con dinero, maridos, éxito, propiedades, triunfantes, en
cuerpos, bonitas. Me atrevería a decir que, en el imaginario social, si el
trabajo sexual en el mundo de las travestis sería comparable con el mundo de
las finanzas, las “europeas” serían funcionarias con regios MBA trabajando en
Wall Street. Sin embargo, ¿qué tan cierto podría ser dicha comparación? En realidad,
¿el trabajo sexual en Europa es la panacea?
Muy poco se ha investigado acerca
de la migración de personas travestis, dentro de la región, como el caso de la
Argentina, o en Europa. Un estudio de travestis y trabajo sexual resulta
complicado; para empezar, el registro civil no reconoce la identidad de género,
por tanto, jamás se podrá saber cuantas compañeras exactamente se encuentran
viviendo en el extranjero, ni incluso cuanto porcentaje aportan en el PBI en
relación a las remesas que llegan al país. Ahora, que exista ello también
resuelve una parte, pues seguro no todas se inscribirían en el consulado,
teniendo en cuenta la situación de informalidad en la que la mayoría llegaría o
incluso viven hasta la actualidad, pero al menos podría dar un dato importante
de saber cuántas son. En Milán, el consulado se entera de las vivencias de las
travestis principalmente a través de su sección de ayuda humanitaria,
principalmente de compañeras agonizantes o complicaciones de salud, sí,
normalmente relacionado a complicaciones del sida.
Segundo, el trabajo sexual ni en
Perú ni en Italia o Francia (para citar algunos ejemplos) está reconocido
legalmente. Por tanto, acceder a información se vuelve más complicada aún.
Dicho estatus lo coloca en el limbo de la informalidad, incluso peor aún, lo
coloca en una situación de persecución o erradicación, lo que complica más aún
la situación de vulnerabilidad de quienes optan por ingresar en este mercado.
Muchas travestis aquí en Perú, las
que transitan por el primer guión y empiezan a aprender el segundo, aspiran a
llegar a Europa, a ese nicho informal e inseguro, pero que brinda una de las
pocas oportunidades de desarrollo, de realización, de obtención de dinero,
teniendo en cuenta además que compañeras que han estado allá reconocen que el
mercado ha bajado mucho en comparación con los 80’s y los 90’s.
Las que desean ir, deben contar con
una red de apoyo allá, la que prestará el dinero para el boleto y demás gastos,
la red que recibirá a estas nuevas, pero que empezará a cobrar dichos gastos –
lo más probable con intereses-, la red que además brindará un espacio en la
calle, protegido seguro por cafichos rumanos pero que también seguro tendrá un
costo. Dicha red cuesta, y eso algo que no sabe exactamente cuánto y cómo opera
exactamente. Esa red además siempre busca renovarse, busca a las más avezadas,
cuál convocatoria para las fuerzas armadas pues ello asegura poder, fuerza para
imponerse frente a las ecuatorianas, las colombianas, las brasileras, y claro,
otras peruanas.
Ir a Europa constituye una
oportunidad, pero que sortea y resuelve la inmediatez, más no en un mediano o
largo plazo. Las que han regresado recomiendan a las novatas a ahorrar, a saber
administrar su dinero, las que no pueden regresar no les queda que seguir
dedicándose hasta cuando puedan al trabajo sexual, algunas veces alternado más con
el chicheo (robo), pues por la edad ya les será difícil conseguir clientes. Algunas
no regresarán pues descubrieron o contrajeron allá el VIH. Lo bueno es que
algunas estarán en tratamiento, de mejor generación. Otras no regresarán pues
por su situación de informalidad documentaria, no pueden salir y regresar. Otras
extrañarán regresar, otras jamás querrán regresar, y es aquí donde ya los
guiones se diversifican, aunque pudiera agruparse en las que se fueron, las que
siguen allá, las que regresaron y las que desean ir, y claro, las que nunca
regresarán.
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