Fuente imagen: Gestión. Ver: https://gestion.pe/economia/ocde-pobreza-infantil-aumento-paises-ricos-247587 |
Por: Romina de las Mercedes
La semana pasada realicé un post acerca de una publicación virtual de La
República (Lu, 2019) acerca del crecimiento de la pobreza en el país. El dato que
menciona Lu se centra en que la pobreza monetaria [1]
creció de 20,7% en el 2016 a 21,7% en el 2017, luego de haberse mantenido ésta
en descenso sostenido por más de una década y media, y ello traducido en
números significa que hay 400 mil nuevos pobres (Mendoza, 2019, p. 31). Ahora,
quienes estamos dentro del mundo del desarrollo y la economía, sabemos que
dichos pobres no son “tan nuevos” como se menciona en el artículo, sino más
bien son los pobres que dejaron ser pobres en periodos anteriores, pero que
eran plenamente sensibles a regresar a situación de pobreza; y que por tanto,
eran también sensibles a seguir siendo beneficiarios de políticas y programas
sociales que les permita fortalecer sus ingresos y medios para sostenerse fuera
del línea de pobreza.
Al parecer, según el Informe de Oxfam elaborado por Mendoza y mencionado
de forma explícita, las políticas sociales de Kuczynski fueron un completo
fracaso (Mendoza, 2019, p. 30), lo que evidentemente ha devenido en un rebote o
regreso a la pobreza de ciudadanos y en un crecimiento de la desigualdad (Alarco,
Castillo, et al, 2019).
Lo que deseo traer a reflexión para esta nota, es lo referente a un
extracto de una entrevista que Torres al parecer hace a Mendoza, en el marco
seguro de la presentación de resultados. Mendoza mencionó que: “en su
evaluación inicial de la candidatura del Perú, la OCDE señaló claramente que la
persistencia de desigualdades económicas, sociales, de género, entre otras, era
un problema central para la sostenibilidad de nuestro desarrollo y que la
reducción de estas desigualdades tenía que ser una prioridad en nuestras
políticas de Estado (…) Nuestro país sigue estando muy lejos de los estándares
de los países desarrollados en protección y previsión social. Nuestros niveles
de gasto en salud y en educación como porcentaje del PBI están por debajo no
solo del promedio de los países de la OCDE, sino que incluso están por debajo
del promedio latinoamericano” (Lu, 2019).
En mi post mencioné lo siguiente: “Me encantaría escuchar atentamente
que tendría que decir la Representación de la ONU en el país”. ¿Por qué?
Mencioné ello, porque el PNUD en el país, tenía –imagino que aún debe
mantenerla- como proyecto la inclusión del Perú dentro de la OCDE para el 2021.
Incluso se habían estado buscando impulsar reuniones entre Perú y Colombia para
ver las mejores estrategias para lograr entrar al dicho club, dado que nuestro
vecino también desea ser miembro y tenía mejores niveles de avance.
Esto último se relaciona con la siguiente nota que refleja una de las
posibles consecuencias colaterales que tendría el país el anhelado ingreso a la
OCDE. Felipe Vargas en su artículo “OCDE saca a Chile de lista de países
receptores de ayuda: Cancillería busca fórmulas para reducir impacto económico”
(2018), considera que Chile al ser “graduado” salió de la lista de países
receptores para ayuda internacional, medida tomada en octubre del 2017, pues superó
el umbral de ingreso de 12.500 dólares per cápita fijado por el Banco Mundial.
A esto Vargas agrega que dicha medida deja a Chile “sin la opción de acceder a
créditos blandos y proyectos financiados por naciones más ricas y otras
organizaciones internacionales, provocando un déficit en áreas como educación,
fondos de desarrollo de energías renovables y programas de asistencia técnica,
entre otras” (Vargas, 2018). Además agrega que el director ejecutivo de la
Agencia Chilena de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AGCID), Juan
Pablo Lira, expresó que dicha medida a su juicio es "inconsecuente"
con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 establecidos por el mismo
sistema de la ONU. Al momento de la nota de Vargas, éste menciona que existía
una lucha por revertir dicha decisión, pero que debo reconocer que me ha sido
imposible encontrar en la web alguna referencia de los resultados de ello para
el país sureño.
Sin duda alguna ello trae enseñanzas para el Perú, que tanto anhela a
tener el mismo éxito de Chile y “graduarse”. Sin embrago, el propio Lira en la
nota señalaba menciona que debe haber una dimensión multisectorial, y no se
considere solamente el ingreso per cápita. Es decir, de igual forma que la
pobreza monetaria, el criterio de “graduación” de la OCDE, determinada por el
Banco Mundial, otra agencia del sistema ONU, estaría basada en el ingreso, quedando
claro que en ambos casos se exige una forma de medición alternativa y más
extensa, que aborde otras dimensiones más allá del ingresos, como las
condiciones de vida de personas.
Mi pregunta que sigue es bastante suspicaz, pues qué hace el sistema de la
ONU por un lado alentando el ingreso a la OCDE de países que a corto y/o
mediano plazo (es decir se les podría considerar que están en periodo de
desarrollo transicional) aún requerirán de fondos de desarrollo de las naciones
más ricas, de organismos o bancos internacionales de desarrollo para ir
cerrando brechas que el Estado aún no puede cubrir o atender. Y por otro lado, qué hace el Banco Mundial estableciendo
un criterio para “graduar” a países, que más tarde buscarán otros mecanismos de
ayuda, es decir, que no se denomine como “ayuda internacional”. ¿Es que el
sistema de la ONU le gusta pisarse los talones? ¿Es que no les funciona
correctamente las coordinaciones o la alineación de sinergias dentro del UN Country
Team (UNCT)? Este último además mantiene en cada país grupos temáticos
interagenciales, lo que debería asegurar un intercambio y fortalecimiento de
estrategias para la lucha frontal de las diferentes problemáticas que intenta
enfrentar el sistema de la ONU, pero bueno tampoco es tan desconocido que sus
propias agencias disputan férreamente por fondos, lo que no sería descabellado
pensar en la existencia de una lucha cruda que pudiera llevar a la pérdida del
verdadero norte: vidas de personas y comunidades, no millones de gastos.
Siguiendo con mis preguntas, ¿quién estaría detrás de estas políticas
internacional, que por un lado alientan “promesas”, “mejoras”, y por lo otro
cierran posibilidades de seguir trabajando por el desarrollo? ¿Qué intereses
existen tras la forma de medir de la pobreza y el criterio de “graduación”
establecida en la OCDE? No es en realidad que el PNUD tiene presencia en el
país para brindar asistencia técnica al mismo, para que éste perfeccione sus
métodos de medición de la pobreza, de ser así, ¿cuál es el resultado hasta
ahora?
Finalmente, analizando más allá de los que bien o mal puede hacer dicha
instancia multinacional, queda la pregunta en el país por analizar sobre cuál
sería el interés político del gobierno –o fuera de éste- en seguir con el
proyecto de ingresar al país a la OCDE. Pues por un lado los datos nacionales
demuestran que la pobreza ha crecido, y por otro, ya la OCDE ha sentenciado que
el país está de lejos a lograr dicho objetivo, por tanto qué de bueno hay en dicha
empresa, cuando la experiencia de nuestro vecino del sur –que posee mejores
estándares- nos demuestra que de igual forma vamos a requerir de fondos para
alcanzar el desarrollo.
Al parecer, existentes intereses de poderosos tras la marcha a la OCDE,
y que podría resumirse en un bastante clave –al menos desde mi entendimiento
básico de economía-. “Se trata de una revolución profunda porque, desde 1215
—cuando se estableció que el Congreso fijaría los tributos—, los estados
nacionales han sido soberanos en asuntos fiscales. Esa soberanía ahora la toma
la OCDE” (Luna, 2019). Es decir, el Perú estaría perdiendo la soberanía en
materia de tributación, estableciendo esta instancia la política tributaria, y
al parecer en lo concierne a asuntos fiscales (impuestos y gastos públicos).
Esto último es crucial para el país, pues se estaría dejando en manos de
dicho club la gestión de los recursos del estado, y cabe preguntar si lo mismo
ocurre y es efectivo para sus actuales miembros. Dejo esta última cuestión
abierta a los expertos; sin embrago dejo a los colegas y compañeros ligados a
luchas sociales el compromiso y responsabilidad de analizar, comprender y
vigilar los datos económicos, pues como todo conocimiento, el que produce le
economía se ha convertido en uno demasiado poderoso, al que necesariamente urge
descolonizar y hacerlo responder a las verdaderas necesidades del pueblo.
Bibliografía
1.- Alarco, G., Castillo, C., Leiva, F. (2019) Riqueza y desigualdad en
el Perú. Visión Panorámica. Lima, Oxfam.
2.- INEI (2017). Evolución de la Pobreza Monetaria 2007-2016. Lima,
INEI.
3.- Lu, A. (2019). Hay 400 mil
nuevos pobres en el Perú. Economía Diario La República [Artículo]. Recuperado
de: https://bit.ly/2T6AXzQ [26 de febrero 2019].
4.- Luna, C. (2019). ¿Una OCDE para vestir mejor al Perú?
SemanaEconomica.com [Artículo] Recuperado de: https://bit.ly/2Sxbvy6 [27 de febrero 2019].
5.- Mendoza, A. (2019). Brechas Latentes. Índice de Avance contra la
Desigualdad en el Perú 2017-2018. Lima, Oxfam.
6.- Vargas, F. (2018). OCDE saca a Chile de lista de países receptores
de ayuda: Cancillería busca fórmulas para reducir impacto económico. Emol.
Nacional [Artículo] Recuperado de: https://bit.ly/2Nwaeqk [27 de febrero 2019].
[1]
La pobreza monetaria, para
hacerla en sencillo, se considera “como pobres monetarios a las personas que
residen en hogares cuyo gasto per cápita es insuficiente para adquirir una canasta
básica de alimentos y no alimentos (vivienda, vestido, educación, salud,
transporte, etc.). Son pobres extremos aquellas personas que integran hogares
cuyos gastos per cápita están por debajo del costo de la canasta básica de
alimentos” (INEI, 2017, p.41). Ya han habido numerosos argumentos para dejar de
seguir haciendo una medición de la pobreza en términos monetarios e ir
incluyendo otras metodologías de medición, como la pobreza multidimensional.
Esta última se “propone un método de medición alternativo, buscando aproximarse
mejor a la situación y reales condiciones de vida de las personas. Así, se
consideran tanto los aspectos meramente monetarios, como el nivel de ingreso o
de gasto, como el grado de carencia o privaciones en una serie de rubros claves,
tales como salud y educación, entre otros” (Pérez-Campos y
Rodríguez-Saldarriaga, 2015, citado por Mendoza, 2019, p. 32). Lo interesante
aquí es que incluso usando la medición conservadora, los resultados muestra un
crecimiento de la pobreza, que de seguro de haber usado la metodología
multidimensional hubiese salido con peores resultados.
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